Y no, no le estoy haciendo
publicidad a MTV, ni más faltaba, les voy a contar una historia de alguien que
fue víctima de algo que ya se conoce popularmente como “catfish” y que no solo
él fue víctima si no también indirectamente yo y ya se darán cuenta porque.
Esteban era un niño de
apenas 17 años cuando por medio de Facebook conoció a Camilo Zchultz que
inmediatamente llamaba su atención, Camilo de procedencia alemana pero
residente en Medellín, hablaba con Esteban todos los días, antes del colegio,
después del colegio, en cada momento que tuvieran la oportunidad, porque en
aquellas épocas no contábamos con los iPhones, Galaxys, tablets y demás
aparatos tecnológicos con los que gozamos hoy en día, de poder hasta en mi caso escribir
este blog desde mi celular.
Camilo que vivía con su
madre que era una reconocida psicóloga de la ciudad, su padre que era cirujano
plástico, y su hermana menor de 12 años, encontró en esteban un apoyo ya que
sus padres no aceptaban el hecho de ser homosexual, al igual que esteban, eso
ayudó a que los dos construyeran una gran amistad que rápidamente fue cambiando
a un romance de Facebook, los dos se contaban sus problemas, el cómo Camilo
intentaba que lo aceptaran en su casa y Esteban sus inseguridades por no tener
el cuerpo perfecto y la cara de portada de revista.
Camilo había invitado a
Esteban a su casa para las vacaciones, para conocerse y para que conociera a su
familia a lo que Esteban sin duda aceptó ya que ellos llevaban ya mucho tiempo
manteniendo esta relación a distancia, Camilo lo invitó a la finca de su
familia que quedaba a las afueras de la ciudad, a partir de ese momento Esteban
solo esperaba ese día, el día en el que iba a conocer al que él pensaba que era
el amor de su vida, de un momento a otro Camilo desapareció sin dejar rastro
alguno, tres meses después apareció diciéndole a Esteban que había tenido que
abandonar el país y que estaba en Alemania, Esteban estaba en ese punto en el
que uno no sabe si ya superó ese amor o aún sigue siendo un machucón en el dedo
escuchar su nombre.
En esos días un amigo de
Esteban de Medellín le escribió al Facebook, advirtiéndole que la persona que
él creía conocer no existe, o bueno si existe pero no era el con el que
hablaba, que la persona real se llamaba Felipe Granada, ósea yo, y que todo era
un engaño, Esteban pues como cualquier persona se sintió usado y engañado.
Y yo por mi parte no puedo
creer el desocupe de alguien para crear un perfil falso con fotos mías,
enamorar a la gente (cuando yo difícilmente lo hago) y seguir por ahí como si
nada.
Señores no crean en amores
de internet, eso no existe, difícilmente se puede construir hoy en día una
relación con alguien cogidos de la mano, para que ustedes anden creyendo en
cualquiera que les jure amor eterno y sin siquiera conocerlo.